Nadie detiene mi boca
Nadie detiene mi boca
fiera que acecha y retrocede
dejo toda esperanza en las puertas de mi casa
por mí se va a la ciudad de llanto
el eterno dolor es abrir los ojos
mirar es ciénaga
marisma que arrastra las sombras de aquellos que por amor se quitaron la mirada
heridas en el cuerpo de dios
hecho carne por el soplo de su criatura.
Nadie detiene mi boca
fiera que acecha y empuja
nadie detendrá la caída
hacia el fondo del fondo de los fondos
allí donde los leones abren sus fauces y no es mi boca la que devora y arde
es la boca de los leones
hambrienta de mí
espera que mi cuerpo ceda al lazo y se entregue a la dulzura del aire.
He navegado en otras barcas
y he visto todo lo que había dispuesto:
el eterno dolor, la perdida gente
porque fue la justicia quien me hizo
y antes de mí no hubo nada creado.
¿Quién pondrá en mi boca la flor del clérigo?
¿qué virgen me dará sus manos para que en ellas rueden las perlas del rosario?
No soy yo quien dicta las leyes
ni es mi nombre una inventiva
no hay pavor más grande que no poder salir del cuerpo que nos han dado
ser un náufrago que en la orilla se vuelve para mirar las olas
y reavivar el miedo en cada instante
en cada instante
en cada instante.
No se puede estar demasiado lejos de las palabras
no se puede andar con el alma entre las manos siempre
como anda el buey con el yugo a cuestas para arar el camino de la siembra
que no le dará alimento ni fortuna
ser un animal que lleva sobre el lomo toda la tristeza de la tierra
el hijo de un dios que no alcanzará la estirpe de su padre
una pequeña planta en la maleza
la marca en la frente del homicida
ser un crimen nada más.
Vivir cuesta una vida entera
¿quién cambiará su moneda de la suerte por mí?
Nadie detiene la hondura de mi fábula
nadie traspasa el umbral de mi nombre
nadie en mi boca habla
pequeñas fieras anidan en mi lengua
soy un león que me devora y regurgita
fuera del centro no queda nada
y en el centro la oquedad acecha
como una loba demacrada y hambrienta que me hace retroceder hacia donde el sol no calla
y su luz es una herida
que me escribe.
Inédito
Me habían arrancado el corazón con los dientes
y es que uno siempre habla de uno
aunque se diga otro u otra
siempre es yo la que llevo el corazón como una ofrenda
y tropiezo
y embisto como embiste el toro al adversario
como el carnero embiste a la oveja que hace temblar el campo con su balido
cuando en la noche le esquilan el corazón
y a la mañana solo queda la piel oreándose
orando al dios de las ovejas para que otra vez le devuelvan su carne ya vacía
soliloquio del que canta una misa contra el cielo
para que solo los pájaros escuchen
y nadie venga a salvarlo
porque no siempre se quiere ser salvado
a veces también sucede
que es yo quien se arranca el corazón con los propios dientes
y canta o bala o tiembla en el hueco que dejó la lluvia
como una madriguera para meterse dentro
y no salir hasta que el campo reverdezca o las uvas se pongan negras como la negra noche
en la que un carnero embiste a una oveja que canta una plegaria a dios, si es que hay dios
piensa la oveja, piensa y bala y cimbra
el alambrado tiembla
tiembla cuando pasan los corderos con un corazón entre los dientes.
Inédito
¿Quién devorará a los soberanos? ¿Quién del trigo no hará pan si el hambre le devora las
entrañas?
Una civilización estalla sobre otra. Cada dios tiene para sí guardada una estrategia.
¿Qué diluvio sobrevendrá ahora que los rascacielos empuñan pararrayos y no hay oscuridad
posible para ocultarse al enemigo?
Esta es la tierra que nos toca, lo que nos ha dado la suerte.
Un hombre es más alto que una casa, casi llega al cielo y sin embargo nada detiene su combate.
Un toro nacido de las aguas cabalgará sobre el pecho de los mares hasta partirse.
Astas y manos aferrándose a las olas, el tumulto del viento que pasa.
Nadie le arrojará una cuerda al ahorcado, ni un madero al que a la orilla asoma.
Inédito
El aljibe escupe el agua esa que hemos de beber dijiste
no otra de río o estanque porque la noche trae muertos a la superficie
y en la mañana parece que
ya no quedara nada sin embargo
hay restos de piernas y brazos flotando allá más lejos cerca del molino
y no los vemos
la vida comienza justo en la puerta de tu casa
en el galpón donde se alinea la lana del rabo de las ovejas que cortaste a fuego
chilla y aúlla el ganado res cabeza molida a golpes o de un solo tiro
pac
seca es la muerte de los animales es seca y muda
muda muda no dicen nada los animales no cuando los matan
se dejan ser presa sabrosa ah hoy también comeremos tierna carne de oveja
y mañana la alfombra de cuero acariciará mi piel delante de la estufa
y haremos leños con el monte y haremos el milagro de la noche/ sin muertos flotando en el río
porque no los vemos /la vida comienza en la puerta de tu casa comienza /sí así dulce es la tarde
cayendo sobre los campos.
Res, Ático ediciones, 2010
Claudia Magliano (Montevideo, Uruguay, 1974). Es profesora de Literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas (IPA). En poesía ha publicado Nada, premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005; Res (Ático Ediciones, 2010), que obtuvo el Primer premio de poesía édita de los Premios anuales de literatura del Ministerio de Educación y cultura (MEC), edición 2012. El corazón de las ciruelas (Civiles Iletrados-Ático Ediciones, 2017), obtuvo una mención en poesía inédita en los Premios anuales de literatura del MEC, edición 2016. El libro inédito de poesía Lo trágico es el olvido obtuvo el primer accésit en el III Concurso de relatos y poesía Letras cascabeleras, Cáceres, España, 2017 y será publicado en mayo de 2019 por Letras Cascabeleras.
-Fotografía de la autora © Paola Scagliotti.