Los sitios de mi cuerpo
Armadura
Debajo del árbol me arrulla
como el viento a las ramas esa tarde
que me enfrenté a papá.
Diestra en el sostén de cuatro hijos
sus brazos rodean mi espalda
entrelaza las manos
y nos balanceamos las dos
una canasta humana.
Me dice No le contestes, hija…
palabras que puedo entender
y nos hundimos en las lides del cuerpo
y de la mente
como queriendo justificar
levantamientos y sumisiones.
Así, la vida-contienda, el hogar-campominado
el lenguaje-aguja y estos hilos que
se enredan y no se cortan.
Madre, todavía no aprendo
y me encierro en el abrazo
debajo del árbol, al arrullo del río.
A veces la armadura
se parece a un cascarón
y se parte.
Escudo
Tetas como pirámides
sueño que camino por el desierto
y no encuentro mi camello.
La túnica se me sube hasta las rodillas
me enreda las piernas
me tira hacia abajo, me aterra
que me sepulte tanta arena.
Tetas como pirámides
sobre los médanos que desmonta el viento
sueño que una lengua afiebrada
me lima los pezones
se hontana el ardor entre mis piernas
no sé de dónde me viene esta saliva
no es mía, no es mía.
Tetas como pirámides
en el espejo del baño
que apenas alcanzo
no hay suficiente carne y sueltas
no quiero que estén.
Pican, quién puede disfrutar
quién puede querer
triángulos en el pecho
enlomado como camello.
El escudo se atasca
resbala
¿Con qué me voy a defender?
Los sitios de mi cuerpo
Sitiar tiene impronta latina
y su forma replica la de una muralla.
Sitiar es acción colectiva, individual, acción humana.
Sitiaste una parte minúscula, suelo de mi pelvis.
Sitié entera la corteza donde se alojó el recuerdo.
Sitiamos los ratos libres, las noches de celo
cada vocablo dulce, cada veneno.
Poco a poco cercados
los sitios de mi cuerpo.
No, no lo hice sola
no puedo sola con tanto
territorio vivo.
De las esferas
corazón, dejá la piedra
—vestimenta mineral de los últimos días
nada como sentirse a resguardo de los vaivenes
lo sé, pero ahora
sin embargo, nada
como este mareo, corazón,
dejá la piedra
a un costado de tu paso vacilante
y movete inquieto como el fuego
como el aire —que se eleva y no se escapa
que está siempre yéndose y llegando.
corazón, dejá la piedra
y al pulso inconstante de la pulpa
— ¿porque qué hay sino este baile
travieso de las esferas? —corazón,
la piedra dejá y que te humedezca
esta lluvia temporal sobre la tierra
una y otra vez, turgente brota,
como las velas que encendemos
una y otra y otra vez…
Todos somos agua, corazón,
y el agua
con tan solo un soplo
se estremece.
Cocinar
Pienso mientras corto las papas
mientras cocino para mí como hace tiempo
cocinaba para nosotros
que yo querría cocinarte a vos
cocinarte en esta cacerola
reducirte con un bocado de hongo
mágico
salpimentarte a gusto, rehogarte apenas
con cebolla morada y pimiento rojo
ponerte las papas debajo y encima
no te preocupes
hace calor pero el aroma es extraordinario.
Quedarías tierno, casi tanto como sos
todo dorado,
así como se vuelve tu pelo en el verano,
te comería a mordiscos desesperados
tenerte dentro como nunca antes.
Está claro
que todavía no puedo
cocinar para otro.
Muérdago magnolia y parra
caminamos hacia el frambueso sobre el tibio césped
la cabeza cubierta, las mallas bordeadas con factor 50
nos gusta este plural que se desliza por la tarde
este recoger los brotes con el sol encima.
al costado se extiende más allá la leña
y los pies pueden encontrarse con el pozo y la sierra,
el calor bosqueja todos los contornos
y quién sabe qué hacemos
en este punto del mundo
con ardor semejante.
acequiándose con el agua
agitada inquieta
viene un tropel de hojas, penachos y tierra
no hay nada que no corra acá
nada que escape en la siesta de la chacra,
muérdago magnolia y parra.
caminamos en reversa, abandonamos
un vaso sobre los bins, una tuca en la cocina,
ropa interior en un living, alguna
toalla mojada y en ocasiones también
—ya no se niega
la ternura antes de la cama.
hubo veces que despertamos
y no nos sentimos en casa.
Cuando no haya nada
No sé cómo suena tu voz, hermana,
cómo danza tu risa y tus ojos cómo transitan
las cosas, los bordes, lo amplio, lo angosto.
No sé cómo tocan tus manos
lo rugoso, lo suave,
lo que amás, lo que te hastía,
ni cómo sueña tu mente, tu pecho
cómo abraza lo que te ilumina, lo que te calma.
No sé si lloraste anoche, si bebiste
¿te alimentaste?
Si hubo un hombre o una mujer
a tu lado, si fue hace mucho,
ayer, si será quizás la próxima semana
esa felicidad inmensa
o esa tristeza abisal
que poco a poco mata.
No sé de vos casi nada
solo lo que importa: que sos hermana
y basta para armar un cuerpo de palabras
que te abrace cuando el tuyo se vuelva parva
una casa para que habites en la distancia
una carta para que leas cuando no haya nada.
Esos ojos meteoro
Me enamoré fuerte
pero no me enamoré bien
sin darle cabida al miedo
al desaliento.
Me enamoré a primera vista, queriendo
con total conciencia, casi con obstinación
caer a esos ojos meteoro
a su piel morena, ay —qué infierno
su piel morena.
Me enamoré muy mal, muy torpe
-mente, y quise escapar y refrené la entrega
el beso deseante el amparo
la mano tibia la pregunta y otra vez
esos ojos meteoro, su sonrisa —ay
su piel morena
hueso con hueso nuestras caderas…
Mirá que hay que ser cobarde
para adentrarse en el bosque tanto
y aun queriendo morar
volverse ave.
Advertencia
No entres, te pido, no entres
a los libros del balcón
me va a hacer mal mirarte
el pañuelo de colores sobre la camisa blanca
que nos clavemos los ojos toda la noche
y que en la vereda anuncies entre los humos
una lluvia de meteoritos con tranquilidad lunar.
No entres, te pido, por favor, no entres
qué falta le hace a tu derrotero nocturno
unos versos tristes, una sonrisa inquieta
y estas piernas que presumo
quieren enredarse con las tuyas.
No entres, en serio, no entres
vamos a encendernos rápido
vamos a quemarnos pronto
y de verdad no quiero que tus ojos
se vuelvan cenizas en mis ojos.
Bibélula
Vi una libélula disecada en la ventana de tu estudio
cuando subí a buscarte.
La vi y te dije tenés una libélula
a la que siempre llamé ‘alguacil’.
Sí, está muerta, respondiste
y me acordé de esa otra
muerta también en una cajita
de plástico transparente
sobre la mesa de café, y por ella,
me acordé de él —todo al revés
cuando subí a tu estudio a buscarte.
La evocación traspone tiempo con espacio,
una libélula muerta decís y yo solo escucho
lo que puedo
y tomo el largo, largo camino a casa,
una libélula en Buenos Aires
como tantas otras pero sobre todo
como aquella
muerta en Río Negro sobre una mesa de café.
Un quiebre y un enlace
que fundo parada ahí
en el medio de tu estudio
rodeada de tus libros, a medio vestir
con tu mano apretándome la cola, tu cabeza
recostada sobre mis pechos
y la vida dando vueltas un nosotros
que se actualiza
como una libélula sobre el marco de una ventana.
Aixa Rava (Tierra del Fuego, 1982). Es docente, escritora y editora. Forma parte del Comité Editorial del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” (FADU-UBA) como correctora de la Serie Tesis del IAA. Está a cargo de la cátedra Didáctica de Segundas Lenguas del Profesorado de Sordos e Hipoacúsicos del IFD N.º 4 (Neuquén).
Publicó los libros de poemas Barda (Buenos Aires Poetry, 2014), La luz no se corta como el papel (Ediciones con doble zeta, 2016) y Los sitios de mi cuerpo (Añosluz Editora, 2019). En enero del 2019 fundó el sello editorial Tanta Ceniza Editora en el que participan diseñadoras, ilustradoras, traductoras y escritoras argentinas. Forma parte de la Colectiva de Escritoras Patagónicas, proyecto que difunde las voces de escritoras de la Patagonia en el canal de YouTube “Algún poema tiene que haber”: https://www.youtube.com/channel/UCZ7UuCvltvHRasTFWoxz7Hg/featured.
-Fotografía de la autora © Adolfo Rozenfeld