Los sentidos del relato
MAR DE LA DESESPERANZA
Entramos en las urbes del Sur
se nos aceleraban los pensamientos al roce del vuelo
de las aves
había ciudades hechas de carne
había ciudades enteras orgánicas latientes
había edificios que respiraban con inhumana lentitud
había edificios zócalos muros cines corredores
que subían y bajaban lentos
en sus sístoles y diástoles enfermos
todo está vivo dijo una voz
había mucha noche
más noches de las jamás previstas y cuerpos
deslizándose en esas noches
que parecían barcos fantasmas deslizándose por esas noches
mujeres (colegialas, vestales, monjas, prostitutas,
púberes e impúberes, todo el catálogo soñado)
oro no había
había música electrónica signos había
peces
advertencias
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo una voz
cada cosa relumbra con el brillo
que sueña tu ojo
y hubo miedo a que no hubiera nada
los escapes de los cines nos servían de refugios miradores
tuvimos que adecuar la mirada imaginar el tacto
entresoñar el coito
amarnos los unos a los otros en el más total de los silencios
queríamos mantenernos en esas visiones
empaparnos destas vestales
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo la voz
pero todo latía casi imperceptible
con pasmosa lentitud
acequias prostíbulos semáforos vitrinas y los cuerpos
todo subía y bajaba despoblado
en sus sístoles y diástoles
baldíos
LOS SENTIDOS DEL RELATO
Te voy a contar una historia,
te voy a contar una historia, paloma,
aquí en esta solitaria playa de Cipango,
desnudos tú y yo,
aunque sólo sirva para disminuir un instante de tu odio;
a esta historia miserable
la investiremos de gesta,
de gesta individual y podrida,
gestada entre el silencio y el cielorraso,
entre los crujidos de la noche en medio del vacío
y con el deseo como único sol fulgurando al borde
de la muerte;
esta gesta de la nada que te narro
debe ser como una fuente de perlas y rubí,
el blanco y el rojo confundidos
en estas sábanas junto al mar
para derramarnos al siguiente paso
éste es mi deseo: así como te he cubierto,
así como me he derramado en tu cuerpo tan joven,
así,
derramarme y cubrir este panorama desolado
que contemplamos
mar y silencio,
rezumantes de jugos corporales,
tú y yo:
Ya se apagaban los últimos neones como emblemas
de un falso mundo luminoso,
ya se iban los 90,
la peste desbordó por esos mismos parajes:
éstas que ves frente a tu cuerpo todavía tembloroso,
pálidas y desmedradas,
a punto de apagarse para siempre al primer soplo
de verdadera pasión
son las últimas ciudades de Sudamérica:
Cipango, Tebas,
Cathay, California,
Argel, Tenochtitlan:
perros son ésos que ladran en las esquinas
contra el miedo;
viento, esos murmullos que sobrevuelan los callejones
borrando las señas de la muerte;
tiempo, eso que transcurre sin huella,
empedrando las ganas, esas momias de nuestros pueblos;
éstas que ves son las 7 últimas ciudades de Sudamérica
como 7 planetas de barro y silencio
fulgurando sin luz propia
en 7 descampados estancos:
aunque el camuflaje sea perfecto,
la ornamentación de la decrepitud y las tablas y la tierra,
esta gesta transcurre en pleno Reino del Poder;
soy el viejo Helicón y no miento,
es peligroso, paloma,
que estemos aquí en esta playa baldía
hablando como hablamos
de la muerte,
del amor,
del silencio;
es peligroso hablar así:
yo no sé nada de poesía,
sólo me sé a tu lado
en esta intemperie,
en los márgenes de Cipango,
bañados por la luna cruel.
EL DESAFÍO
¿Quién eres tú?
Soy la Muerte.
¿Vienes por mí?
Hace ya mucho tiempo que navego en tus barcos
y camino a tu lado.
Lo sé. He oído abejas.
Podrían ser moscas.
Lo mismo da.
Estás listo.
Yo, sí. Pero mi cuerpo teme.
Es lógico. El cuerpo siempre teme.
No es para menos:
mira los empalados,
mira los crucificados,
mira los desollados,
mira esos neonatos revolviéndose en sus placentas
en esas bolsas de nylon negras,
mira esas putas tajeadas,
mira el Nostramo entre las nubes
desaguando su roja baba de ácido y las vísceras del Otro,
miro toda lo carne chamuscada y el humo aventado
aún perfumando la costa…
¿Tú juegas ajedrez, no es cierto?
¿Qué te hace suponer tamaño huevada?
Lo he visto en los cuadros y lo he oído en infinidad
de canciones y leyendas.
Eso era antes,
cuando había cuadros y canciones y leyendas.
¿Qué juegas ahora?
Juegos de Guerra
en el video game de mis dominios.
LOS 7 GORILAS ALBINOS
Entonces aparecieron 7 gorilas,
los 7 gorilas eran albinos,
eran las últimas especies sobrevivientes
en la desolada Sudamérica,
estaban protegidos por la Séptima Enmienda,
gruñían,
para espantar,
se hacían la paja como si éste fuera a ser
el último día del Universo,
de sus humeantes hocicos les chorreaba una sangre espesa,
casi coagulada,
esta sangre caía sobre
7 enormes baberos que les cubrían el pecho,
en dichos baberos estaba pintada la Eternidad,
al óleo,
el pintor debía ser un artista anónimo destas tierras del diablo,
ya que la Eternidad pintada
en los baberos sangrientos
esta representación de la eternidad
no llevaba firma alguna ni huella del desconocido artista,
nunca supimos si era indio o cristiano,
o mezcla de ambos,
los 7 gorilas albinos corrían describiendo
un círculo,
una elipse,
como las que describía en el pútrido cielo destas tierras
el Nostromo en su paso sangriento de fantasma;
deben ser distintas representaciones
de este puto cubo del Mundo, pensé yo,
Antonius Block, Almirante de esta misión;
nunca lograrán ponerse de acuerdo al respecto.
UNA PARTIDA DE BILLAR EN ÍTACA
Sucio soñar con salones de billar llovidos,
donde las bolas son de piedra asimétrica y, por lo tanto,
no pueden rodar sobre las mesas que carecen
de bandas, como cuando la tierra era
cuadrada y el Finis Terrae marcaba el desbarrancamiento
de toda la flota imperial.
Suelo soñar con salones de billar inundados,
donde los jugadores están muertos, flotando en la albúmina
líquida de estos salones de billar inundados,
donde los jugadores flotan en sus propios gástricos venenos,
y las bolas y los tacos, como si fueran inútiles boyas,
y quebrados mástiles y trinquetes,
del naufragio de un galeón imperial.
Suelo soñar con salones de billar desiertos,
donde las buchacas cuelgan como escrotos entre
las mesas sin tela, porque alguien, un marinero de
otra historia, se envuelve con ellas para
no morir de frío, porque estos salones de billar
están repletos de fisuras por donde entra la memoria
malherida como gata escaldada, violada, negra.
En estos salones de billar anida Ítaca
y no se puede contra Ítaca
porque anida como un murciélago bíofluorescente
ciego, en celo, avivando la lumbre de su faro,
llamando desde Ítaca a las furiosas hirvientes
murcíelagas de Ítaca.
Suelo soñar con los salones de billar de Ítaca,
donde, borracho, trato de embocar las bolas,
pero éstas saltan de las mesas y chocan
contra los muros tiznados y sus odiosos
proverbios del Infierno:
The road of excess leads to the palace of wisdom.
Thomas Harris. Nació en La Serena, en 1956. Es profesor de Español por la Universidad de Concepción. Ha impartido docencia de literatura y lenguaje en diversas universidades. Actualmente es Jefe de Ediciones Biblioteca Nacional. Ha publicado, entre otros, los siguientes libros de poesía: Zonas de peligro (1985); Cipango (1992; 1996 en fce); Ha participado en encuentros literarios en distintos países de Hispanoamérica, Europa y el Caribe, y su obra aparece traducida al inglés y al sueco. En 1993 obtuvo el premio municipal de poesía por su obra Cipango, y en 1996 obtiene el premio Casa de las Américas por su obra inédita Crónicas maravillosas. El año 2010 fue traducido al inglés su poemario Cipango, por el poeta y traductor Daniel Shapiro para la editorial Buckness Press. En 2012. Recibe el Premio Atenea de la Universidad de Concepción para la mejor obra literaria publicada entre los años 2009 y 2010, por el poemario La dunas del Deseo. En 2017 publica En el mismo río, antología de su obra poética publicada entre 1985 y 2015. (UDP Ediciones).