Reliquias y otros textos
BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CON MIEDO
Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).
No obstante,
—como el perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca— el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.
ARMONÍA
Oye cómo se aman los tigres
y se llena la selva con sus hondos jadeos
y se rompe la noche con sus fieros relámpagos.
Mira cómo giran los astros en la eterna
danza de la armonía y su silencio
se puebla de susurros vegetales.
Huele la espesa miel que destilan los árboles,
la leche oscura que sus hojas exudan.
El universo entero se trenza y destrenza
en infinitas cópulas secretas.
Sabias geometrías entrelazan las formas
de dulces caracoles y de ingratas serpientes.
En el mar hay un canto de sirenas.
Toca mi piel,
temblorosa de ti y expuesta a las espinas,
antes que el ritmo de mi sangre calle,
antes de que regrese al agua y a la tierra.
RELIQUIAS
Tías siempre observadas
por aquel laberinto de retratos,
con sus piernas de pájaro enredadas
en ovillos de lanas de colores.
Un camafeo guarda los cabellos
que el afán de la muerte ha desteñido.
Tías con manchas grises en las manos
que minuciosamente multiplican
de cojines sus cuartos numerosos,
adormilados en la naftalina.
Tías de labios rojos,
que duermen vigiladas por bandejas de plata.
A todos nos alcanzan sus bufandas eternas,
que esperan un invierno que no llega.
SAQUEO
Como un depredador entraste en casa,
rompiste los cristales,
a piedra destruiste los espejos,
pisaste el fuego que yo había encendido.
Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo.
Un cristal me refleja dividida.
Por mi ventana rota aún te veo.
(Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).
Y yo, mujer de paz,
amo la guerra en ti, tu voz de espadas,
y conozco de heridas y de muerte,
derrotas y saqueos.
En mi hogar devastado se hizo trizas el día,
pero en mi eterna noche aún arde el fuego.
Piedad Bonnett (Antioquia, Colombia, 1951). Poeta, dramaturga y traductora. Es Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes. Por su primer libro de poesía «De círculo y ceniza» publicado en 1989, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz. En 1996 publicó «Ese animal triste» con el que se situó como una de las voces más representativas de la poesía colombiana contemporánea. Fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía otorgado por Colcultura en el año de 1994 por «El hilo de los días». Entre sus publicaciones también se destacan: «Nadie en casa» en 1994, «Todos los amantes son guerreros» en 1998 y «Tretas del débil» en 2004.