El décimo círculo y otros textos
El amor de la albahaca
No es la anónima, la de las grandes plantaciones industriales,
Destinada al secado por toneladas,
La que aflora etiquetada en todos los supermercados de este mundo.
Tampoco la singular, la noble albahaca que ciñó Virgilio
Entre sus labios y enjugó la mano de Horacio entre los álamos.
Es la rastrera, común albahaca salvaje de los campos,
La única y la sola que nos mira siempre verde entre las ruinas,
La que saluda desde hace millones de años
Entre las piedras. Allí, donde seguramente no es querida,
Asoma sus muñones empecinada, con la sola ayuda
De unas gotas de lluvia casual, de a cada tanto:
Un gramo de tierra le basta a la paciencia de la albahaca,
Para amar el rincón entre ladrillos rotos que, parece,
Quieren expulsarla para siempre de su seno.
Persevera sola en su manchón de verde
Entre lo estéril, lo que le niega el sustento
Es aquello que más ama: más quiere agotarla,
Más se empecina; más quiere secarla, más florece.
La indiferencia la abona y riega sus hojas
El desdén. A desplantes crece la pasión
De la sufrida albahaca. Y cuando aquello parece
(Una vez cada año sucede que se ausenta)
Alcanzan cuatro lágrimas celestes
Para que resurja de la nada como antes,
Otro milagro del amor, que no conoce
La muerte, ni el olvido ni el engaño:
Raíz que persiste honda entre cenizas y polvo,
Milagro que florece a solas, prodigio
Sin correspondencia alguna, la albahaca
Es el amor que no se calla ni seca,
Por propia voluntad ni por ajena.
El décimo círculo
Soy dante alighieri
Nunca creí una sola palabra de todas las que escribí
Y crucifiqué por escrito el alma de todos los que me precedieron
Fui mejor que la traición porque entendí que la traición
Es lo único parecido al corazón humano
Y que decirlo rectamente era condenarme a la hoguera y al olvido
Vivo en todas las tonterías que se dijeron de mí
Y ése es el mejor tributo que pudieron y pueden darme
Beatriz era una gorda despreciable
El papa al que defendí un adúltero un criminal y un réprobo
No menos atroz que los nobles que en un bosque de siena
Mandaron tres sicarios a cortarme los dedos
Y entendí siempre cada maquinación como el normal movimiento
De la misma máquina que guiaba mis pasos
Ni bueno ni malo es cada asunto
Pero oh qué difícil es explicarlo
Este será un enredo eterno
Soy dante alighieri
Nunca creí en dios
El róbalo
En el plato que parece pequeño bajo su forma poderosa
El róbalo de ancha escama y enorme boca armada
Todavía muerde el aire que huyó de su último intento
Aunque vencida por las redes de la compañía pesquera
Y traída a la fuerza a este mundo que pensamos
Es más seguro y auténtico que el suyo
La bestia marina sigue acechando al pulpo ocho veces inquieto
En su bosque de corales y sus fuertes músculos
Quieren llevárselo de un rotundo coletazo
Hacia lo negro y profundo de las cordilleras sumergidas
Hacia las islas precipitadas desde la superficie
Hacia las muchas atlántidas que son jardines de algas
Batidos por las corrientes y el paso interminable
De las ballenas que van por el amor hacia lo oscuro
Como un paisaje en lento movimiento
El róbalo en su furia congelada a medias todavía envuelto
En el papel de diario con que lo abrigó el marchante
El róbalo que ayer a mediodía diezmaba a dentelladas
Inmensas columnas de sardinas que se fundían en una
O se dispersaban por el golfo sosteniéndolo
(Parecía) como a un palacio sumergido
La fiera insaciable como un lingote de plata asesinado
Que ya no surfeará las olas con desprecio
Orgullosa del poder de su ancha espalda
Entre las frutas y las botellas de cerveza
Humillada por el hombre que cierra su heladera
Y piensa en otra cosa y rasca su cabeza
Y que es para su dios que brama en las campanas
Lo que el róbalo en el plato.
Revelaciones
Alexander Graham Bell arrojó al futuro
Esta pequeña cosa que llevo en el bolsillo,
Que me espera paciente en un rincón de la casa,
Que me acecha silenciosa todavía en la oficina:
Ha colonizado el mundo con voces que no son suyas
Y nos obliga ruidosamente a contestarlas.
Contengan la noticia horrenda o la venganza que nos dibuja
Un rictus que no reconoceremos nunca ante los otros;
Sean el aguijón de nuevas urgencias o breves palabras
Que serenan y apaciguan, él las trasmite igual
Que a la cobarde amenaza que no tiene un rostro,
Los saludos inútiles en cada aniversario o el estúpido
Intento de vendernos interminablemente algo.
Indiferente a lo que dice su micrófono,
Lo lleva a miles de kilómetros para que inevitablemente lo reciba alguien,
Como un bombardero atento sólo a la puntual
Entrega de su carga que cambia las cosas para siempre.
Quizá su placer desde hace un siglo sea engañarnos
Creyéndole que hablamos con los vivos,
Cuando al teléfono exclusivamente lo hacemos con fantasmas.
Drácula
En mi infancia fue Christopher Lee
Y en la de otros Bela Lugosi, un vampiro morfinómano
Que murió pobre, viejo y olvidado,
La suerte que no conoció esa sombra invariable
Que nos sigue mirando desde el hueco de las escaleras
O la habitación terrible al fondo de la casa.
Debe recordarnos que detrás de los que se reflejan
Cada día en los espejos, siempre hay un niño
Que viene tanteando las tinieblas
De un eterno corredor, uno que -él lo sabe-
Termina en la sala de un castillo.
Tiene que ser el otro lado de los mediodías
Para que el mediodía sea la tranquilizadora luz,
Las nítidas certezas, cada jornada una avenida iluminada
Para que veamos venir la muerte si se asoma.
Son suyos los gritos de la calle que no reclama nadie,
Los escalofríos que no tienen un porqué que no avergüence,
Los pasos nocturnos que se oyen cerca y lejos,
Un horrible doble tiempo que marea y que nos toma.
Y en el centro de esa red infinita que le han tejido el tiempo
Y nuestros miedos, -seguro solamente de sí mismo y del infierno-
Sonríe y entre dientes murmura nuestro nombre,
Aquel que es sólo uno y el que llevamos todos:
Vlad Draculea, el príncipe que somos de Valaquia.
Los bambúes
Un domingo vacío tú y yo compramos
Los tiestos de bambú: tres flacas cañas
Clavadas como lanzas en una tierra
Nuestra y negra y para ellas extranjera.
Las largas exiliadas seguían en nuestro balcón
Curvándose acompasadamente bajo el viento de la India:
Hubo un simún, una madrugada quieta en Buenos Aires,
Y sólo nuestras cañas comprendieron qué pasaba
Derrumbando chozas y espantando a los engrillados elefantes.
Lejanamente, un arrugado rinoceronte
Bramó en la noche y huyeron por nuestra calle
Aterrorizadas las gacelas.
Al día siguiente, mientras regaba los bambúes
Y acariciaba inclinado sobre ellos
La tierra fofa del trasplante,
Entreví unos ojos amarillos, un cuerpo potente
Detrás de esas flacas cañas y luego el clamor
Desatado por el semáforo de la avenida
Espantó enseguida la pesada presencia:
Vi alejarse bufando y volviendo hacia mí la resentida cabeza
Lo imperial escondido entre las cañas: todo eso y el tigre.
Anoche alguien derribó un árbol que cumplía tres mil años
Anoche alguien derribó un árbol
Que cumplía 3.000 años
Erguido sobre el campo.
En la noche sus astillas ardieron
Calentando a los hombres ateridos
Y en la niebla el resplandor
Indicaba el sitio de su muerte,
El mismo de su larga vida,
El mismo de su corta hoguera.
Ayer su sombra
Se alargaba hasta la casa distante,
Cruzaba el arroyo
Que cuando él brotó
No estaba.
Hoy un pozo
Con colgajos de raíces,
Con fragmentos de ramas y cortezas
Indica dónde floreció
A través de los siglos
Su savia poderosa.
En su copa anidaron
Animales que ya no existen,
Y bajo sus ramas
Estallaron infinitas tormentas.
Sus altos brazos
Surgían de entre las nubes bajas.
Entre sus raíces
Primitivos hombres
Se escondieron de las fieras,
Y luego se ocultaron tesoros,
Cartas de amor,
Objetos robados,
Y alguien talló
Con cortaplumas
Palabras que no se leen.
Anoche alguien derribó un árbol
Que cumplía 3.000 años
Erguido sobre el mundo.
Luis Benítez (Buenos Aires, Argentina, 1956). Poeta, narrador, ensayista y crítico literario. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA), de Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y del PEN Club Argentino. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Sus 36 libros de poesía, ensayo y narrativa han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.