Hospedaje de paso y otros textos
NOTICIA DEL HAMBRE
Me habita el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el miedo ni la duda
apenas un ritmo intacto que no toca con su sal la orilla.
Es el hambre, quizá un leve testamento
o esta insistencia en destruir la casa
y renovar la piedra en sueño.
Es poco lo que recuerdo de mí a esta hora, el disperso,
el que a la intemperie es un poco de hierba,
una palabra sin traje con olor a otras tierras
y que mira con cara de extranjero todas las prestadas alegrías.
Llega el hambre con su mismo azar y su idéntico augurio.
La lluvia está debajo de la carne
y pocas cosas recuerdan al viejo amor
que ya no cuenta.
Es el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el leve testamento ni la tristeza de las noches.
No es la poesía
ni la música que traduce el tiempo.
Un poco de hambre
y el cansancio de llenar la estantería de ausencias.
HOSPEDAJE DE PASO
Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.
No he sabido cuándo salen, cuándo entran,
en qué estación desconocida descansan sus miserias.
Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos
quejándose de mi tristeza,
en algunas temporadas se han quejado de humedad
de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.
Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida
y el patio queda nuevamente solo
en este hotel de paso donde siempre es de noche.
CANTO MINERAL
¿Y si el alma es de piedra por qué ese mineral sueña con tu cuerpo?
¿Y si el alma es de piedra por qué el dolor
toma la forma de un lejano volcán
y salta al vacío desde su desprendimiento?
No dejes la piedra a merced de la noche
ni esperes la llegada del canto a la soledad,
vendrán los pulsos tardíos a callar la palabra
y algunos muertos se acomodarán en el fuego de esa espera.
Nunca el silencio
la música siempre
las palabras llegan todos los días a la sed
con sus lecciones de llanto.
Hemos equivocado el mundo y como una secreta impunidad
no traducimos al mineral
la lengua del error y los colores de la ruina.
Espera a la piedra
la que te esperó aquí mismo hasta hacerse piedra
la misma que se acuña y se hace esbelta.
Nunca el silencio
la música siempre
el día trae el final
y la voz que huye.
La piedra se desprende día a día
de la vida.
(de Hospedaje de paso, 2003)
PLEGARIA
Señor de los adioses
concédenos un poco de tu gozo,
inaugura la mañana en la herida de los pájaros.
Dime de cuál secreto mar provienen estas lágrimas
y por qué el corazón no encuentra nunca su camino de regreso.
Señor
Qué fue de los amigos
de los que no volvieron a mi casa
y no excusaron mis diarios temores,
hacia cuál color trastearon ellos sus festejos.
No tengo sed, Señor
pero todo signo tuyo hace de mi vida
una permanencia en la sequía.
Seguro existirá un cielo que no veré
un cielo con su única estrella.
Será otro cielo el que toquen mis manos
otro oficio el del viento al inventar la primavera
Se nos rompe la vida y se nos rompe la muerte
y será un cielo repetido el que vean ese día mis ojos.
Señor
¿De dónde proviene esta ronca voz
que trae rumores de otras vejeces?
¿De quién es esta voz que golpea la casa y el rostro?
¿A quién preguntar si mis afectos no conocen ese júbilo?
Señor
por qué el amor y el tedio
están hechos a la medida exacta de mis azares y tristezas.
Estamos más solos que la ruina.
Ayúdame a reconocer mis gestos
en los cuerpos que un día fui
hace muchos siglos
todos los días
lleno de imprevistos y lejanías.
(de Álbum de los adioses, 2006)
RETORNOS
No creo en retornos
Pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
Late en cada regreso
Sin gestos ni ademanes
Y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar
Y se regresa a escribir un poema que trate de una muchacha en un aeropuerto
Que espera un avión de quién sabe dónde
O escribir sobre la carta que nunca recibí aquel sábado
Escuchando el viejo casette con mis nostalgias favoritas
O sobre los versos robados a Salinas, Borges, Walcott
Y las tardes de sol en el estadio de fútbol
No creo en los regresos
Pero este seco corazón de otros días canta a destiempo
Sobre el cielo que quema el nombre de una mujer que amé
Escribir un poema que trate del tiempo o de tu cuerpo
O sobre el poema de otro poeta
No creo en retornos
Pero mi vocación de viajero hace que parta hacia la intemperie en el mundo
Dejando, como en mis días de boy scout, piedritas y migas de pan
Para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.
(De Las prisas del instante, 2014)
Federico Díaz-Granados (Colombia, 1974). Poeta, ensayista y divulgador cultural. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995), La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003) y Las prisas del instante (2014). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997) e Inventario a contraluz (Arango Editores, 2001) y realizó para la revista Punto de Partida de la UNAM de México la antología Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981). Actualmente es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Es parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y dirige el Premio Nacional de Poesía “Obra inédita” que se convoca desde el año 2005.