Sobre la doble personalidad del lenguaje
SOBRE LA DOBLE PERSONALIDAD DEL LENGUAGE
Otros antes que tú ya lo han intentado:
borrar el sol del paisaje,
meterlo en un sobre de papel
y ser el papel,
ser el mensaje que tropieza con la oscuridad
de los animales minerales que antes fuimos.
Cuántas veces me dijiste que a un ángel fumador
le resulta más sencillo ir al diccionario
para entender la divinidad de tus pecas
que borrar las manchas de tabaco entre sus dedos.
El lenguaje no tiene puñetera idea
de que tú escribes diccionarios de agua
para que los ángeles usen escafandras cuando van a buscarte.
El lenguaje
no puede explicar por qué hay mariposas en el Amazonas
que se beben las lágrimas de las tortugas
y que mientras desayunas viendo el telediario
el café es un discurso metafísico
y las noticias anuncios publicitarios.
Sonríes, haces que el amanecer sea para el amanecer
otra personalidad de una noche estrellada
y que las mariposas que se beben la tristeza de las tortugas
seamos nosotros.
No me he terminado ni el café
y ya me has dejado el corazón
como las manos de un veterinario de erizos.
EL VACÍO COMO LENGUAJE,
OTRA RECETA DE LA ABUELA DE ANDREA
La piel es un invento de la necesidad de tocarnos
—dices, mientras pones la mesa para la cena de esta noche
cuando aún es la hora del desayuno.
Estamos en la casa de Andrea,
una especie de lágrima de azúcar del tamaño del mar.
Andrea tiene el corazón lleno de sardinas,
como lo tenía su abuela cuando era niña
y creía que la luna era un vertedero de lágrimas.
Andrea dice que en su patria las sardinas vuelan sobre las nubes
confundidos entre hipocampos y mantarrayas.
Nadie sabe por qué.
Sólo se sabe que los más pobres entre los pobres
los pescan poniendo inmensas redes entre los árboles.
Andrea continúa:
en su pueblo no sólo hay centauros en las guarderías
(que lloran cuando ven el telediario)
refugiados sirios arrojados al mar,
refugiados libaneses cayendo en paracaídas sobre las bibliotecas,
sino también que hay gente que cree
que la soledad es lo único que nos hace parecidos a las estrellas.
Andrea ha cocinado unos espaguetis frutti di mare.
La receta es de su abuela,
una vieja de casi doscientos años que ha vivido dos guerras
ha perdido tres maridos y ha sepultado a todos sus hijos bajo un cerezo.
Yo no he dicho una palabra.
El silencio se expande sobre la mesa
como las mantarrayas entre las nubes,
como el corazón de los refugiados en una morgue de hipocampos.
¿No es cierto acaso que quién conoce su corazón está enfermo?
Me dice ahora Andrea, mientras recoge los platos.
No tengo ni idea, la verdad —le respondo—,
mientras le señalo la iguana que se esconde en mi corazón.
La única verdad es la nada,
la nada es el esqueleto de Dios
—dice Andrea,
mientras chupa una valva vacía de mejillón.
ANÁLISIS SOBRE EL FRACASO DE UN POEMA (Y DEL LENGUAJE)
PARA DESCRIBIR LA LUNA LLENA
Un hecho poético abandona una farmacia
donde una pobre vieja ha concertado una cita con este poema.
No soy yo el que ve a la vieja sujetarse de la lluvia para sentarse
sino un pelícano.
El pelícano es un ser del aire.
Eso lo sabemos porque el aire cruza los campos de girasoles.
Porque 15.000 litros de aire entran en los pulmones de un gorila al día.
Entonces tomamos conciencia de que existe el aire
porque sabemos que los gorilas existen.
En la farmacia, a la vieja le recomiendan cuidarse la glucosa.
El hecho poético se pone las gafas de leer
y deja al pelícano y a la vieja hablando de sus males.
Todo se puede solucionar con paracetamol.
El hecho poético baja a la estación del metro.
Entra sin pagar, como es lógico.
Un vagabundo le pide dinero.
“Pero el dinero solo sirve para hacernos más pobres”
—le dice el hecho poético.
Igualmente deja caer una moneda como una yema caliente.
El vagabundo la guarda en una de las grietas de su corazón.
Dos muchachas
hablan con una libélula que creo que soy yo.
¿Soy yo o mi representación? ¿qué coño es ser yo?
Las dos chicas ríen porque les he dibujado un mapa en la mano.
Buscan un sitio donde “comprar”.
Debo tener cara de “camello” latinoamericano.
Mientras espero el tren no puedo dejar de ver el puto móvil.
Como todos los hijos de puta
que vamos a trabajar vestidos como soldaditos de plomo.
No sabemos ni usar un matamoscas y creemos que hacemos
lo suficiente para ganarnos los frejoles.
El metro está lleno de negros vendiendo bolsos falsificados.
Los miro. También un policía que escupe sobre las vías.
Este día no ha existido.
Ni la farmacia, ni el vagabundo, ni las dos chicas libélula.
El hecho poético vuelve a casa, resignado,
vestido como como yo:
un puto soldadito de plomo.
Otra noche se irá a la cama sin escribir un poema.
Nilton Santiago (Lima, Perú, 1979). Reside en Barcelona hace varios años. En poesía ha publicado El libro de los espejos (2º Premio Copé de Poesía 2003), La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional de Poesía Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro, Madrid 2012), El equipaje del ángel (XXVII Premio Tiflos de Poesía, Visor Libros 2014), Las musas se han ido de copas (XV Premio Casa de América de Poesía Americana. Visor Libros, Madrid, 2015) y La historia universal del etcétera (Premio internacional de poesía Vicente Huidobro, 2019). Para retrasar los relojes de arena (Vallejo & Co., 2015) es su primer libro de crónicas. Merecedor del accésit del Premio Adonáis de Poesía 2014. Parte de su obra ha sido recogida en las antologías A otro perro con este hueso (Editorial Casa de Poesía, Costa Rica 2016) y 24 horas en la vida de una libélula/24 часа в живота на едноводно конче, recientemente publicada en versión bilingüe búlgaro/español por la editorial Scalino.