Por Margarita Álvarez
Dar la Vuelta al Mundo en 80 días acompañado de turistas japoneses y sus cámaras infernales, sería temerario. Pero si lo que se pretende es rendir tributo al gran visionario que fue Julio Verne (1828-1905) entonces la única alternativa es soltar las amarras de la imaginación, dijo a Excélsior el escritor chileno Mario Meléndez.
“Hemos perdido la aventura intelectual, ya sea a través de un viaje, o desplazándonos con el impulso de la imaginación hacia diversos planos”, estimó el poeta.
Hoy la ruta que siguió Phileas Fogg, el excéntrico protagonista del libro de Verne, se cubre ágilmente en sólo ocho días aunque el trayecto de Bombay a Calcuta se haga en tren y tenga una duración de 35 horas con 50 minutos.
Y si se pretendiera poner el énfasis en un récord de velocidad para recorrer el mundo, la tecnología aeronáutica permitirá constatar que la mítica hazaña cronométrica de Fogg ha quedado reducida a cenizas, no así su grandeza:
“El tiempo récord para dar la vuelta al mundo es de tres días”, informó Sergio López, de la división de Boletos de KLM en México. Sin embargo, el pase para recorrer todo el mundo que ofrece esta aerolínea a través del convenio SkyTeam, permite al viajero moderno iniciar el trayecto en Seúl y continuarlo a través de Roma, París, Praga, Nueva York, Atlanta, Lima, México, D.F., Los Ángeles, Honolulu hasta retornar a Seúl, sin tener que empeñar una fortuna.
Según Meléndez, la tarifa de poco más de 56 mil pesos al tipo de cambio de 13.2274 pesos por dólar es una sutil invitación a la aventura que se materializa al establecer contacto con gente de otras latitudes, de costumbres incomprensibles y lenguajes ajenos que nos obligan a llenar abismos tan sólo para satisfacer algunas necesidades básicas.
“Pero también es un pretexto para aproximarse al espíritu de personajes que no están sujetos a los dogmas ni a las reglas comunes, que se juegan el todo por el todo con tal de alcanzar sus objetivos, igual que los Cronopios surgidos de la pluma del argentino Julio Cortázar, autor de la Vuelta al Día en 80 Mundos”, subrayó.
Grandísimos Cronopios que han transformado al mundo liberando a generaciones enteras del miedo a abrir las fronteras de la mente para acceder a mundos que cristalizarían mucho después.
Porque La Vuelta al Mundo en 80 Días, insistió Meléndez, era una hazaña que sólo podía cumplir un Cronopio como Phileas Fogg que apostó toda su fortuna para demostrar que era capaz de salir de Londres el miércoles 2 de octubre para regresar en punto de las 20:45 horas del sábado 21 de diciembre de 1872 al Reform Club.
Hazaña que sólo podía realizar alguien como él que había dominado el arte de medir sus propios movimientos al punto de sentarse a desayunar todos los días a las 8:23 en punto de la mañana, rasurarse a las 9:37, peinarse a las 10:40 y salir de casa a las 11:30 en punto de la mañana, ni un segundo de más, ni un segundo menos.
Alguien que “después de haber colocado quinientos setenta y cinco veces su pie derecho delante de su pie izquierdo y quinientos setenta y seis veces su pie izquierdo delante de su pie derecho, llegaba al Reform-Club que se elevaba sobre la calle Pall Mall”, como constata el capítulo tres del libro.
Lo único que no pudo anticipar el metódico personaje inglés fue que su atropellado trayecto por la ruta de Londres a Suez a Bombay a Calcuta a Hong Kong a Yokohama, a San Francisco a Nueva York y a Londres, lo iba a poner en una ruta de colisión con el amor de la bella Aouda a quien rescató de ser quemada junto al viejo rajá que en vida la tomó por esposa.
Una facilidad de Verne de transportarse a través del tiempo y del espacio que Meléndez empató con el “Viajero Inmóvil” que en vida fue el poeta chileno Pablo Neruda, quien antes de ganar el Nóbel de Literatura publicó en México (1950) su Canto General con ilustraciones de los muralistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
“Exploradores ambos de los océanos infinitos de la mente”, dijo Meléndez, quienes al verse obligados a permanecer anclados, abrieron las compuertas de la imaginación para que pudiera abrirse paso a través de nuevos universos.
Una habilidad de la mente en la que Verne se refugió, según algunos de sus biógrafos, desde que su padre abortó su supuesta huída a los once años de edad a bordo del buque Coralie al que se embarcó como un enamorado aprendiz de marinero que iba en pos de un collar de perlas para su prima Caroline.
Con el paso de los años, la supuesta promesa que hizo a su padre de sólo viajar “en sueños” llevaron su imaginación hasta nuestro país a través de Un drama en México (1851), un relato sobre la agonía del imperio español de ultramar.
La inagotable imaginación de Verne habría de desembocar en una serie de sesenta relatos
reunidos en la serie Viajes Extraordinarios que la editorial de Pierre-Jules Hetzel publicó a lo largo de cuarenta años con títulos inolvidables como Cinco semanas en globo y pronósticos del avance tecnológico de la humanidad como Viaje al centro de la Tierra de 1864 y De la Tierra a la Luna de 1865.
Obras con las que anticipó la carrera espacial como Héctor Servadac. Viajes y Aventuras a través del mundo solar de 1877 o como París en el siglo XX que llegó a la imprenta hasta 1994 debido a que Hetzel se negó rotundamente a publicarla por considerar, según relata Xavi Andrade de elmulticine.com, que “sería un verdadero desastre para su reputación”.
Desde su creación en 1863, París Siglo XX anunciaba la tragedia de un joven que vivía en un mundo de rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad, automóviles de gas, calculadoras y una red mundial de comunicaciones, pero que nunca pudo alcanzar la felicidad.
Verne predijo o inspiró también con exactitud la invención de la televisión, de los helicópteros, de las naves espaciales y de los submarinos que, como anticipó en sus últimas obras, iban a ser empleados para el mal.
Viajes que fueron la continuación imaginaria de las muy reales aventuras de Fernando de Magallanes, el explorador portugués que realizó el primer viaje alrededor del mundo de 1519 a 1521, año en que fue asesinado por la tribu Lapu-Lapu, en la isla filipina de Mactán que le había abierto la ruta al lucrativo negocio de las especias que llegaron a valer más que el oro.
“Exploradores que abrazaron el riesgo para penetrar en mares y tierras hostiles. Genuinos aventureros que llegaron muy diezmados a su destino luego de padecer los rigores de la traición y las enfermedades”, recordó Meléndez.
Por eso, cuando se trata de viajar por todo el mundo, el autor chileno se pronuncia por alejarse de la jungla de los aeropuertos para ir en busca de rutas muy distintas a las trilladas giras por Europa Occidental.
“Preferiría partir desde Portugal para seguir la huella de Vasco Da Gama”, abundó, sobre el navegante que se convirtió en Virrey de la India, donde murió en 1524, quedando sus restos inicialmente en la iglesia católica de San Francisco en Cochin, la localidad del estado de Kerala que él mismo fundó en 1502.
Y como la mente es la mejor aventura, Meléndez estimó que la mejor exploración irá de la mano del poeta portugués Fernando Pessoa quien “a través de sus numerosos heterónimos como Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Bernardo Soares y Álvaro Campos, abrió la compuerta de un sinfín de universos contenidos en el alma humana”, dijo.